La fecha la impuso en 1908 Ignacio Albarracín, promotor de la primera Ley contra el maltrato animal.
Ignacio Albarracín, presidente de la Sociedad Argentina de Protección de Animales (SAPA), caminaba por las calles de Buenos Aires cuando observó a un grupo de estudiantes de escuela primaria a la salida de sus clases. Era 1906 y los niños tiraban sus cuadernos para sacar de sus bolsillos traseros una honda con la que comenzaron a lanzar piedras contra una bandada de gorriones que dormían sobre las cornisas y molduras de las casas.
Sorprendido por lo que ya hacía tiempo estaba viendo, el padre del proteccionismo de animales de Argentina y promotor de la Ley Sarmiento (la primera para defender animales) escribió: «La educación de nuestros niños se resiente ante la falta de principios y prácticas humanitarias. Los que saben qué es la escuela, qué misión les tienen confiada los pueblos amantes de la civilización y del progreso, comprenderán cómo denuncia una verdadera anomalía la presencia de estos pequeños monstruos»
Si algo caracterizó a Albarracín fueron sus tajantes declaraciones y las irrefrenables reacciones cuando veía a un animal dominado por los impulsos humanos.
Tras el episodio con aquellos niños, anticipó que algo no estaba bien en la sociedad argentina, al menos la porteña, y puso su empeño para que las malas costumbres de lastimar animales comenzaran a desarraigarse desde las escuelas. Fue otro de sus grandes pasos.
«Una lección por semana, durante media hora nomás, ya que los padres de familia en su mayoría la descuidan, y no tendríamos niños terribles que en las calles, y seguramente en sus casas, no respetan a nadie», proponía Albarracín.
Con esa consigna, y luego de reprender a los maestros por no sacarles a los niños las letales armas cuando los veían portarlas en los recreos ni cuando las usaban en la calle delante de ellos, Albarracín propuso que se incorporase en el programa escolar la materia «Educación Humanitaria», con el deseo de educar a buenas personas para el futuro.
«Sin la bondad, la civilización no es más que una mera palabra», dijo el prócer de los animales. De allí surgió la idea de que fuera un festejo el que abriera las puertas a la educación y el respeto sobre la vida de los «más indefensos». Tomando ideas de otros países desde la SAPA propuso que se celebrara en Buenos Aires una gran fiesta por el Día del Animal.
29 de abril de 1908, el día que los animales tuvieron su fiesta
«Nuestro Día el Animal fue una creación completamente original y convirtió a la Argentina en el primer país del mundo en registrar esa celebración. Sin embargo, reconoce dos fuentes de inspiración -cuenta la escritora Patricia Urich-. Una de ellas fue el Día del Pájaro que fue instaurado a fines del siglo XIX en algunas ciudades de los Estados Unidos por iniciativa de un maestro con el propósito de promover entre los niños el conocimiento y los buenos y los buenos sentimientos hacia los animales. El otro antecedente fue el Domingo del Alma (Animal Sunday), que comenzó a celebrarse en los templos protestantes ingleses a partir de 1905″.
Albarracín, apodado el ‘Loco’ por su tenaz defensa de los animales, quería que en Argentina se celebre un día para hablar de todos los animales y tomando los ejemplos mencionados escribió: «Sobre los 7 mil niños de una gran escuela pública de Edimburgo que han recibido la enseñanza humanitaria ninguno de estos fue, en el curso de su vida, perseguido por asunto criminal».
Le dieron la razón y lejos de imitar otros festejos que hacían en honor a las aves y a los árboles, él insistió en homenajear a todas las especies. Así elevó la propuesta y se le ofreció celebrarlo durante los días hábiles de la semana en el jardín zoológico antes de la primavera (para que los niños no fueran testigos de los impulsos amatorios de los animales). Aceptó porque entonces le pareció buena idea celebrar en medio de las jaulas. Idea de la que desistió más tarde al punto de pelearse con su director, Clemente Onelli.
Entonces, tenía lugar y faltaba elegir la fecha. Albarracín no quería que fuera entrado el otoño por frío y no quería esperar mucho tiempo. Así que decidió que fuera el miércoles 29 de abril. Pero la lluvia que inundó Buenos Aires hizo que se postergara al sábado 2 de mayo.
Así, se celebró la primera Fiesta del Animal. El diario La Nación, que cubrió el evento, escribió que asistieron 15 mil niños y La Argentina estimó que participaron 13 mil niños y 8 mil adultos.
Tras el memorable festejo, «el prócer de los animales» pidió que desde entonces cada 29 de abril se celebrara la vida de los animales y que en ese día los niños les escribieran poemas.
Con el tiempo, la fiesta pasó a llamarse Día del Animal. La casualidad, quizá no, hizo que Ignacio Albarracín muriera un 29 de abril y que tras su deceso se tomara la decisión definitiva de inmortalizar la fecha recordando también su incansable labor.